Es un estanque pequeño pero lleno de vida, bordeado en su mayor parte de bellos árboles que forman un telón de fondo para un escenario en donde patos inquietos nadan con premura y el cisne se desliza majestuosamente sabiéndose contemplado y admirado.
Nadie duda de su elegancia.
Fuera del agua se acicala para estar impecable.
Los patos nadan de un extremo al otro, a veces en grupo,
y otras en solitario.
Hay patos de cabeza verde,
y de cabeza marrón.
Está el negro con pico blanco,
el que descansa sobre una pata,
y el que descansan sobre las dos.
Y no sólo hay patos, alrededor del estanque también está el pavo real,
que luce orgulloso su tocado.
Y su compañera que aunque menos adornada también es hermosa,
y que al lado de su polluelo comparte comida con las palomas.
Y hay alguien más en el agua que yo nunca había visto en este estanque, una tortuga que nada con la cabezuca fuera del agua.
¡Pero no es una, son dos!, nada de dos, llegué a contar hasta seis.
Pues será una de las tortugas la que nos despida en nuestra visita al estanque.